encontré un campo de flores,
todas llenas de emociones,
deseos y pretensiones,
de amargura u obsesiones.
Entre ellas una destacaba,
rosa era su nombre,
su poder enorme,
tan bella y lúgubre,
como un eclipse lunar,
ella me hacía suspirar.
Cuando fui a verla el otro día,
parecía entristecida,
sus pétalos se marchitaban,
y junto a mis lágrimas se ahogaban,
su belleza había espirado,
y yo estaba allí postrado.
En un momento de pasión,
esa flor dio una lección,
vive fervientemente,
pues nada dura eternamente.
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